Report from the Dean. Miller Pope (1954) I No sé cómo vivir en éste mundo cada vez más limpio reluciente dogma de probeta cuestión de vida o muerte consciencia no tocarse ya habíamos estado aquí recuerdo otro tiempo no tocar entonces la peste era un castigo de dios virus hecho a mano castigo de la diosa II destruimos cada monumento rayamos todas las paredes para gritar: ¡no me toques hijo de puta! ¿hijo de quién? ¡no me mires! arrastra las rodillas sangra en tu palabra pensamiento obra u omisión Recuerdo las manos baile y agua fresca hologramas del corazón pantano de información ¡por favor mentira que me duelen todas me duelo yo! III ¡qué me perdone la ciencia mi poca consciencia! respirarnos de cerca contagiarnos morirnos de amor irresponsables como en los ochenta sin cubrebocas sin condón
Todo está en calma. A través de la ventana puedes ver las hojas de los árboles, extrañamente inmóviles, como si el viento hubiese ido a otro lado. No cantan las aves, ni los grillos que, a esa hora del caer del sol, rompen a chirriar. La casa tampoco hace ruido, todos los objetos sostienen la respiración. El único movimiento en el silencio es el de la luz yéndose poco a poco, despintando del día las paredes que se van poniendo grises y, en los vértices del techo ya presagian las sombras de la noche. ¿Por qué no te habías dado cuenta de la quietud? ¿En qué momento la atmósfera se volvió un frasco cerrado al vacío? Hace frío pero, presientes que si te mueves de esa habitación activarás lo desconocido. Ni siquiera te atreves a prender la luz, aunque lo deseas con todas tus fuerzas, antes de que la oscuridad invada por completo la estancia. Pero no puedes. En cuanto esa última línea de oro solar se pierde en el horizonte, una poderosa fuerza se ha apodera de ti y de la habitación. Así q