TERREMOTO
Imagina que tienes una hormiguita caminando por tu brazo
y de pronto te das cuenta por las cosquillas, o porque te mordió. Entonces te
sacudes violentamente (quizás en un acto reflejo) y la hormiga cae de tu brazo
al suelo desde una distancia que es entre 200 y 400 veces su tamaño, o tal vez
preferiste soplar fuerte para que la hormiga salga disparada por un viento que
va a una velocidad que mueve su pequeña masa de tu brazo al suelo, y por más que
intenta agarrarse a tu epidermis no lo consigue y finalmente… cae. Imagina mejor que no tienes ninguna hormiga,
más bien tienes comezón, porque has estado sacando escombros después de un
terremoto y el polvo te pica, tanto que sin pensarlo siquiera te rascas; y no
te das cuenta pero, a demás de polvo,
pequeñas partículas de piel muerta se están desprendiendo de tu cuerpo. No hay
malicia en esto, sencillamente tú haces lo que necesitas, sólo tienes comezón y
quieres sacudirte el polvo y rascarte y estas agotado. Imagínate que eres esa hormiga, esa partícula
de polvo, ese pedacito de piel muerta y vives en un gigantesco ser vivo que
llamamos hogar y a veces madre. De pronto a este ser que nos contiene, le dan
ganas de estornudar o de sacudirse, simplemente porque lo necesita. Así, sin
malicia. Imagina entonces que hubo una tormenta solar, un eclipse, varios
huracanes y un par de terremotos. Parece que este gigante andaba un poco
incómodo por algo, y el movimiento que necesitaba para restablecer su
equilibrio fue un poco más contundente de lo habitual, al menos en este pedazo
de su cuerpo en el que vives. Pudiste haber salido disparado de tu casa, esa
que tanto trabajo te costó tener, llena de cosas que necesitas y que tanto
trabajo te costo tener. Peor aún, alguien muy amado para ti no tuvo la fortuna
de sobrevivir al estornudo. No me malentiendas, no minimizo el dolor que
sientes, yo misma no lo estoy pasando bien. Pero esto no es tu culpa, ni mía,
ni del gobierno, ni de nadie… vivimos en un ser vivo, que hace lo que necesita
hacer para estar bien, igual que tu e igual que yo. Imagina que no hay sentido
para nuestro dolor, o al menos que no es importante, imagina que no es una
reprimenda, que no es que nosotros como especie lo hemos hecho mal, no hay
motivo aparente, no hay ningún sentido religioso, teológico, ni filosófico para
todo lo que te está pasando. No estás en desgracia por obra de mano humana.
Imagina que no hay Dios. Sólo por un momento. Sólo un segundo necesario de
caos. De nada. Silencio. Y tú sin nada, hormiga volando en la nada, sin casa,
sin cosas, llena de polvo sacando escombros. De pronto comienzas a sentir una
inusual fuerza, se llama adrenalina y está compuesta por átomos de hidrógeno,
oxígeno, nitrógeno y carbono ¡qué
alivio! elementos simples que están por todo lados entrelazando nuestra
realidad, nos dan una fuerza inusitada para huir o atacar y seguir con vida.
Imagina que la adrenalina te da la fuerza necesaria para producir un terremoto
en tu propio cuerpo, la fuerza necesaria para remover piedras al mismo tiempo
que lloramos a nuestros muertos, al mismo tiempo que no sabemos si tendremos
donde dormir esta noche. Imagina que esa glándula donde se produce el golpe de
adrenalina que te salvó la vida, es la misma glándula que tenía la gran masa
contenida del universo antes de hacer BANG. Así, sin malicia… sólo porque era
necesario. Imagina que el universo que está compuesto de copias exactas de sí
mismo, y que estornuda igual que tú, que yo y que la Tierra, contenedor de energía
inagotable dicen, un ser, no sólo gigantesco, sino infinito que se crea a sí
mismo, se recrea y se destruye y se vuelve a formar. Imagina que tu eres una
copia ínfima de estos seres colosales: la Tierra, el Universo, entonces… tal
vez tienes la misma capacidad de crear todo lo que ha sido destruido por el
movimiento continuo de nuestra casa que viaja alrededor del sol a una velocidad
aproximada de 170,000 kilómetros por hora, tan sólo 87 veces más rápido de lo
que viaja el sonido cuando un desconocido a tu lado te dice que están siendo
capaces que experimentar tanto dolor porque están vivos. Cuando escuchas esto
sonríes. La sonrisa es un gesto primitivo inherente a toda nuestra especie, no
hay ni un solo grupo humano que no conozca este gesto y aunque estás cansado,
te sientes solo e inseguro, al escucharlo te emocionas, sientes confianza.
Sonríes. Dicen que desde el Cuaternario el hombre está aquí, en La Tierra. En tantos
miles y miles de años ¿te imaginas cuantas veces ha pasado? ¿Qué habrán hecho
nuestros abuelos? Todos los de antes. Imagínate que por un momento puedes
hablar con ellos y preguntarles de cuando estallaron las estrellas, los
volcanes, de cuando la peste, la lepra, las plagas, de cuando todo pasaba y no había
antibióticos y era común que las mujeres murieran al parir, o que sus hijos
murieran al no poder adaptarse al ambiente. Imagina que puedes preguntarles del
temor a los dioses, de las tormentas con truenos. Suponte que encuentras
consuelo en sus palabras sin tiempo, consuelo, más no sentido… Porque todo está
muriendo desde siempre.
Imagina el consuelo que estoy sintiendo ahora al decirte
todo esto y saber que quien seas y en donde estés, nos conozcamos o no, estamos
aquí, existiendo en el mismo lugar y al mismo tiempo. ¿Quién sabe si este sea
el sentido más allá de lo inevitable? ¿Te imaginas que no hubiera pasado nada
de todo esto que nombramos vida, evolución, movimiento? ¿Quiénes seríamos
ahora? ¿Qué sería del universo?
Comentarios
Publicar un comentario