O reflexiones de cómo vivir despierto
Quisiera
encontrar una roca silenciosa
pero no hay paradero en este caer del sol
todo se ha disfrazado de un camino
interminable
-Luna Nikol-
Todos tenemos uno o varios caminos,
hay muchas rutas que podríamos seguir. Al norte, al sur, al este, al oeste;
hacia adentro de nosotros, por donde crecen nuestros deseos y temores, nuestros
afectos y nuestra hambre y hay un camino hacia afuera, donde todo lo que hay
adentro se convierte en materia, y hasta donde la imaginación nos dé, crearemos
en el mundo lo que sea necesario.
Algunas de estas rutas ya han
sido trazadas por otros viajeros, que han venido antes, otros caminos están
ahí, aun sin ser descubiertos. Hay cosas que están nombradas y otras que
permanecen en su estado natural, más allá del lenguaje. Hay tantos mapas de
conocimiento y tantos misterios.
Si tenemos suerte, podremos
pararnos frente a la decisión, tendremos opciones… o no. Hay a quienes les toca
seguir un sendero ya trazado por las circunstancias, por el entorno que
determina al individuo, y aunque hay más de estas personas en el mundo -que les
toca seguir un mapa ya delimitado-, también es verdad que sobre todo en ésta
época hay cada vez más opciones y todas en determinado momento parecen
azarosas.
La mayoría de las decisiones
más importantes de nuestras vidas no las toma la razón, pero nos empeñamos en
creer que sí. En verdad hacemos un gran esfuerzo por entender y usar el camino
del razonamiento: medimos posibilidades, armamos rutas que podríamos recorrer,
calculando siempre el costo-beneficio y pidiendo a nuestros dioses o a nuestra
lógica que sea el camino menos doloroso.
El dolor nos da tanto miedo que
hemos construido realidades repletas de placeres inmediatos para mitigar
nuestros dolores más profundos, y sin embargo, al final ¿desde dónde decidimos?
¿Quién decide cuando decidimos?
Jugamos carreras con el tiempo,
con el dolor, con las carencias, frustraciones, con lo innombrado y lo
innombrable, pero siempre deseamos más. Nuestras contradicciones son
maravillosas, una fuerza nos planta en la tierra y preserva lo que ya está
hecho, mientras que otra fuerza igual de potente nos lleva a arriesgarlo todo
por develar los misterios de lo que no hemos creado, de lo que no hemos
descubierto.
Esta fuerza poderosa, que
algunos llaman curiosidad, evolución o estupidez nos hace explorar nuestros
lugares más vulnerables. Nos hace transformarnos y el cambio nos fortalece.
Siempre es bueno hacer cosas
que no conocemos, nos mantiene cerca de la infancia y la infancia es el lugar
más cercano a la fuente creadora. Las decisiones más importantes las tomamos en
otro lugar, quizás en el de los sueños, o el de las emociones, con mapas mucho
menos explorados que la razón e infinitamente potentes.
Los sueños nos revelan senderos
mucho más amplios que los que conocemos, en los sueños todo se trata del
tiempo, pero no la cuenta que conocemos. En los sueños, el tiempo y el espacio
son infinitos y no existen los minutos, horas, años, ni los deseos que creemos
que tenemos.
En los sueños se diluye el yo y
estamos finamente conectados. Todo está esperando y a la vez todo está pasando.
No existen las casualidades, sólo las causalidades; no existen las
constituciones, ni las fronteras, no hay moral, ni religiones.
En los sueños, la persona más
casta podría asesinar a su padre o hacer el amor con un caballo, y la persona
más perversa puede salvarle la vida en su sueño a quien acaba de asesinar
despierto.
En los sueños se viven todas
las posibles realidades de todas las posibles decisiones. Por eso, estar
despierto, es quizás el lugar y el tiempo más nostálgico en que vivimos.
A la luz del sol, las consecuencias de lo que decidimos son aparentemente un continuo del tiempo
lineal, y aparentemente sólo se puede
tomar una decisión a la vez y sus consecuencias serán para siempre.
Vivimos en duelo por lo que
dejamos atrás, y para vivir despiertos sin enfermarnos de melancolía es
necesario aprender a vivir con nuestras consecuencias y con las posibilidades
que no tomamos.
Para estar despierto, es
necesario renunciar, cambiar, fluir, aprender el arte de morirnos a cada
momento y sobre todo, aprender a reír. Porque la risa es la medicina de la
melancolía y la melancolía es la causa de casi todas las enfermedades del
cuerpo y de la mente.
Podemos aprender a recorrer ese
camino que elegimos entre el mundo de posibilidades, sabiendo y aceptando con
alegría que el dolor es inevitable; sabiendo y trabajando el sufrimiento que es
algo opcional.
Ahora bien, las herramientas
más poderosas para vivir despiertos son: saber
respirar y saber dormir. Con saber, nos referimos al acto de poner
atención.
Respirar es una función básica
para vivir, pero saber respirar es
sublimar lo básico en un acto consciente de recibir la vida. Respirar es
recibir al mundo y permitir que nos nutra, que nos limpie y transforme en cada
inspiración y expiración. Es decir, sentir el aire por la nariz, la piel, ojos,
cabello, uñas, el sexo y respirar por todos los orificios del cuerpo.
Por eso la ropa demasiado ajustada,
que no permite que el aire entre, no es recomendable. La ropa interior es una
castración de la respiración sexual, el aire también nutre y limpia nuestros
órganos sexuales, donde está nuestro instinto creativo, el fuego del impulso
vital que necesita ser soplado.
Dormir es apagar el mundo consciente
y permitir que el cuerpo se regenere con la obscuridad. Es entregar toda la
información del día al sueño y permitir que allí se depure y se transforme a
través de lo que algunos llaman inconsciente: el mundo amoral donde convergen
todas las posibilidades, nuestros anhelos más profundos que no pasan por el
filtro de los juicios.
En el sueño la vergüenza no
existe. Incluso cuando la sentimos en un sueño, es un eco de la vergüenza de la
vigilia. Esto es muy importante, porque son los juicios los que nos detienen o
impulsan a hacer lo que hacemos a la luz del sol.
La noche con su maravillosa
obscuridad nos invita a lo absoluto. Saber dormir y saber soñar es aprender las
herramientas que da el caos de lo absoluto, y el caos tiene sus propias leyes.
El orden y el caos no son
contrarios, sino dualidad. Al dormir vivimos en esta dualidad, respiramos,
soñamos, morimos y al despertar renacemos. Estar despierto y soñar también son
una dualidad. La vigilia se amplía cuando trabajamos en nuestro mundo onírico,
y éste se nutre de lo que vamos creando a la luz del sol.
Así, respirando, soñando,
viviendo despiertos, tomando decisiones, asumiendo las consecuencias y riendo,
vamos creando la danza que nos llevará por el laberinto de vuelta a nosotros
mismos.
Trazamos el sendero sobre los
pasos de los otros. Ningún camino, incluso los ya hechos, son iguales para
quienes los recorren; cada uno, paso a paso sobre los mapas, va recreando la
vida que se hace consciente de sí misma a través de los pies de quien la
camina.
interminable
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