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Medicina


AYUNO

Todo es lo que es. Pido tener tacto para tocar y entendimiento para entender. Lo que es adentro es afuera y lo que es afuera es adentro. Cuando no tengo contornos ¿dónde se siente el vértigo? Cuando lo que es afuera es adentro, el vértigo puede estar en cualquier lugar y llamarse de cualquier modo, como: sed, sal, mar.

La naturaleza es inminente, los cambios de estación, la lluvia, el frío, el sol... Sólo suceden. El dolor, como las tormentas, es inminente. Tratar de no sentir dolor, es la más vana e infructífera batalla de nuestra época. La fantasía de la estabilidad, la fantasía del lenguaje que nombra las cosas según su utilidad, como si todo fuera una cuestión de verbos. Y si, todo tiene un efecto y una causa, pero el orden contenido en el caos es un misterio inabarcable, porque los efectos de la piedra que rompe la superficie del agua y produce ondas son infinitos, la onda crecerá y quién sabe si se convierta en ola, y quién sabe si esa ola viajará a través del océano, mezclándose con las corrientes, alimentándose, y desembocando en alguna playa al otro lado de ese primer movimiento de la piedra, la energía será la misma del inicio, y el efecto es incalculable para la mano que tira la piedra. Pero sucede, y la ola también contiene el vértigo que siente en la boca del estómago quien tiró la piedra. 

La piedra bajará los metros que sean necesarios hasta que toque un fondo. En su naturaleza esta el caer, seguirá su trayectoria rompiendo las moléculas de agua, liberando el oxígeno que saldrá burbujeante. Sus minerales entrarán en contacto con su nuevo entorno, ella también contiene el vértigo. Con el paso de los días la piedra cambiará de estado, se llenará de lama, o servirá de casa para los habitantes acuáticos, y aun que no sea la misma piedra que fue lanzada, ni la ola será la misma onda al desembocar en una playa lejana, todo contiene el vértigo.

El vértigo se siente en la boca del estómago y sube con una nota aguda y amarilla hasta la coronilla, por eso provoca nauseas, todo lo que atenta contra la gravedad, es decir, que tiende a subir, provoca nauseas. El dolor se siente en el centro del pecho, entre los pulmones, por dentro del esternón, cerquita del corazón. En realidad siempre se siente ahí; cuando sentimos dolor en otras partes del cuerpo es un acto reflejo del corazón, que bombea la sangre y en la sangre viaja la sensación.  La boca del estómago y el esternón están conectados y tan cerca que a veces se confunden el vértigo y el dolor. A veces vienen tan juntos que los nombramos igual, pero son diferentes.

Cuando salí del vientre de mi madre, lo primero que sentí fue vértigo, amarillo, airoso, frío, que subió de la boca del estómago a mi pecho, abriéndolo violentamente. Sentí un dolor sordo y contundente, la nausea se convirtió en una nota, la primera, la más aguda, el llanto que es en realidad la primera exhalación. Exhalar: estoy en el mundo. Inhalar: el mundo está adentro de mí. Y así comienza el ciclo de las causas y efectos de cada uno de mis movimientos. Cada causa es un origen, cada efecto la consecuencia, y la consecuencia a su vez será un origen. La muerte es inminente en cada giro del ciclo: como es arriba, es abajo y como es abajo, es arriba. Luego viene la vida y con la vida la sed, y con la sed el deseo. 

La sed se origina como primer síntoma de deshidratación, es decir la carencia del agua en el cuerpo, se traduce en una “ansiedad por beber”. La ansiedad es la respuesta emocional ante los sucesos que se analizan subjetivamente a través de procesos mentales. Las emociones que se manifiestan durante una crisis de ansiedad son un método de supervivencia. El ansia por beber, la sed… es una respuesta emocional ante la carencia de un objeto vital para la sobrevivencia.

Sed es lo que sentía, no deseo.

Han pasado muchos años desde que Pablo se fue, yo estoy en el tercer día sin comer ni beber absolutamente nada, siento como me deslizo por la arena, mi cuerpo entero flota y mi mente va y viene del delirio a la lucidez. La sed. El océano. Litros y litros de agua intomable. Pienso en los náufragos cuando se quedan en una balsa en altamar, el tren, la paloma, Pablo. Se hace de noche, me quedo dormida.
-       
                                                  - Te vas a morder la lengua pronunciando mi nombre.

Me dice Pablo antes de darse la vuelta e irse hacia la montaña. Lo miro alejarse hasta que se pierde entre los matorrales. Sigo llorando hasta que se hace de noche, me despido del Árbol de Copas dándole las gracias por siempre darme consuelo cuando los adultos me regañan o los niños de la escuela me molestan. Antes de llegar a casa voy al patio donde, el tío Vladi degüella una gallina para hacerla caldo, desde la ventana veo como su cuerpo sin cabeza segue corriendo en círculos entre borbotones de sangre y plumas; tomo algunas de las que quedan y regreso al jardín donde está el círculo de pinos, doce en total, siembro una pluma debajo de cada pino. Cuando llego a casa, el tío Rogelio todavía está ahí, hablando con mis papás de lo mal portada que soy, de lo grosera e impertinente que me había puesto horas antes, cuando entró a mi cuarto con una paloma muerta en las manos.
-      
-                             - Mira… ¿qué bonita estaba verdad? La maté para ti, para que la pruebes. La vamos a cocinar y nos la vamos a comer.

Olía a alcohol y a ese aroma concentrado que tienen los ancianos que han bebido toda su vida y sólo comen carne. Tenía una verruga gigante en el mentón que me recordaba a las brujas de los cuentos, y esas manos grandes y nudosas con las que a veces aún sueño.
-         
-                                           -   Vete a la chingada

Le dije y me escapé escaleras abajo, salí de la casa corriendo, crucé el jardín, atravesé el círculo de pinos, luego la cerca, corrí y corrí por el descampado de la falda del cerro y cuando llegué al Árbol de Copas me solté llorando de puro susto, pensando que quizás no debería regresar nunca, me vi a mi misma vendiendo chicles como lo hacían muchos niños en los cruceros. Pensé que si alguno me quería hacer algo yo no tendría como defenderme. Además extrañaría mucho a mi abuela y sus cuentos. Pero quedarme en la casa mientras él estuviera allí me resultaba una idea insoportable. Tener que olerlo diario durante las vacaciones, llevarle cervezas cuando él las pidiera o que me sentara en sus piernas, o simplemente me viera como me veía… sentí una arcada y me caí del árbol.

Hundí las uñas en la tierra y una espina de cactus se me encajó entre la carne y la uña. Exploté en un grito que se perdió en la ventolera, entonces Pablo apareció de pronto sobresaltado.
-                      
                                           -  ¿Por qué gritas así? Me asustaste.- Me dijo con cara de fastidio
-            
--                                      -  ¡Si quiero gritar voy a gritar! Hay más cerros, búscate otro si te molestan mis gritos
-             
                                          -  ¿Qué te pasa? ¿Ahora por qué es el berrinche Niña Naranja?

Le conté lo de la paloma y su respuesta fue:
-                
                                            - Eres una llorona

Ya otras veces me había hecho burla pero ese día fue diferente, me lo dijo como me lo decían mis papás, con esa cara de hartazgo que ponían siempre que me veían llorando. Una paleta para que se le pase el berrinche a la niña, el que se enoja pierde, me decían otra vez, y yo siempre perdía. Tomé un puño de tierra y se lo aventé al rostro, llenándole también la boca. Me miró con esos ojos de adulto en cuerpo de niño de ocho años y escupió.
-         
                                  - ¿Tú que sabes? Si nomás vienes a decirme tonterías mejor vete. Es más ya no regreses, no quiero volver a jugar nunca más contigo.

Y nunca más jugamos juntos…

No recuerdo cuando comenzaron las visitas de Pablo, pero fue mi mejor y mi único amigo hasta ese día. Nos gustaba ir al cerro a explorar, él me contaba historias del desierto, y venía a que yo le contara las historias de mi abuela.
-        
      
-                                    -¿Cuál fue la nueva?

Me preguntaba emocionado a las tres de la mañana en medio de la obscuridad de mi cuarto, y yo la recreaba dándome algunas licencias poéticas, agregaba muertos, fantasmas y tesoros. A Pablo le gustaban particularmente los tesoros. Nuestro juego favorito consistía en enterrar objetos preciosos como dulces, objetos brillantes, flores disecadas, esas cosas.
Con el evento de la paloma, y la partida de Pablo la vida se convirtió en algo que existía del otro lado de una vitrina, yo podía observarla desde afuera y desde lejos aprendí a ver todos sus recovecos. Era como esos pueblitos de juguete con un trenecito que anda entre montañas de cartón, y hay personas diminutas que viven ahí, interactuando en un orden perfecto. Por eso de niña me obsesioné con las miniaturas, me imaginaba que podía hacerme pequeña, atravesar la vitrina y pasearme en el tren con guantes de cabritilla y un bonito vestido con holanes. Pero…

La bestia emplumada me mira con sus ojitos rojos, unos ojos brillantes de desierto de día, de viento ensordecedor. Miro a la bestia con mis ojos de niña, esos que no tienen miedo, sólo curiosidad.

La bestia rasguña la puerta de madera de la casa de mis abuelos, me cuenta las historias de mi infancia, del hechizo que hice un día para no tener que sentirme abandonada nunca más. Me dice del circulo de pinos donde enterré mi tristeza, mi último amigo imaginario, la gallina que mi tío Vladimir mató para hacerla caldo, la violación, las esferas de navidad, las primeras nueces que daba cada año el nogal; enterré mi primera sangre menstrual, los cuentos de mi abuela, las raspadas de las rodillas… mi infancia entera sembrada en el circulo de pinos, rodeado a su vez por el círculo de árboles de duraznos.


La bestia entonces se convierte en una vieja en cuatro patas que soy yo misma. Sonríe con la mirada, poderosa, imperturbable. Despierto. ¿Sueño o recuerdo? ¿Dónde siento el vértigo? Que sed, que frío tengo.

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